martes, 10 de diciembre de 2013

BLUE JASMINE, o el regreso del gran Woody Allen

BLUE JASMINE
Director: Woody Allen 
Intérpretes: Cate Blanchet, Alec Baldwin, Sally Hawkings, Bobby Cannavale, Louis C.K.
2013, 98m.


Lo he leído en muchas críticas y foros de cinéfilos: ¡Woody Allen está de vuelta! Esto es algo que me choca, porque yo creo que Woody Allen nunca se había ido, sino que ha pasado por un periodo de tanteo en nuevas formas, temas, lugares para rodar, etc. Es innegable que ha hecho películas muy flojas últimamente: Vicky, Cristina, Barcelona o A Roma con amor, son un claro ejemplo. Pero desde el año 2000 también ha hecho películas destacables que aún guardo en la memoria, como es el caso de Match Point, El sueño de Casandra o Midnight in Paris.
Lo afirmo sin pudor: Blue Jasmine me ha encantado. Woody es un tipo listo y ha sabido volver a sus mejores mañas, quizá haciendo un poco de trampa, pero sabiendo que contaba con actores solventes y con una historia que hoy en día está muy de moda. La Actriz elegida, así con mayúsculas, es Cate Blanchet. Esta mujer se come la pantalla, la absorbe con su vis tragicómica. Se nos presenta como una mujer desengañada y arruinada por un marido que pasa de ser el perfecto self-made man a un delincuente estafador al que detienen en mitad de una calle neoyorkina.

La historia nos puede sonar. La mujer es rica, atractiva, elegante. Se dedica a dar fiestas y a aprender a controlar su "stress" con la práctica del yoga. Una vida cansadísima y reuniones con sus amigas donde Jasmine se jacta de no enterarse de nada de lo que hace su marido en asuntos de negocios. Ella se fía y firma lo que le ponen delante sin leerlo. ¿Os va sonando? Pues esa confianza la va a convertir en parte activa del entramado estafador, por lo que su desgracia va en cadena tras la detención del marido.

Esta desgracia se plasma en un autoexilio en casa de su hermana (una hermana que no lo es de sangre, ya que ambas son adoptadas por la misma familia). Se produce un cambio de ciudad, de vida y de estrato social. Nos vamos de Nueva York a San Francisco, del lujo de un piso con altos techos e infinitas habitaciones, a la vivienda modesta de una hermana que trabaja en de cajera en supermercado y tiene a su cargo dos hijos.
La relación entre hermanas será una de las tramas que van hilando esta historia. Me hubiera gustado ver una versión original subtitulada para ver los matices del habla de Ginger (una genial Sally Hawkings), que al doblar quedan francamente chabacanos. Jasmine y Ginger son polos muy opuestos. Una rubia, la otra morena. Una alta, la otra baja. Una representa la belleza, la elegancia; la otra representa a la mujer que sale adelante como puede y que parece siempre al borde de la desgracia. Pero este antagonismo no es tan simple. Veremos un continuo cambio de suertes, de papeles entre ambas.
Cate Blanchet ya hemos dicho que borda su papel. Su personaje pasa por cientos de matices psicológicos. Vemos a la mujer madura y atractiva, vestida siempre de Channel, bebiendo finos cócteles. Pero también vamos a darnos de bruces con una mujer destrozada, paseando por el camino de la locura, que nos recuerda mucho a otra gran actriz, la Gena Rowlands de Una mujer bajo la influencia (John Cassavetes, 1974).


Como en toda película de Allen, los personajes entran y salen de la historia. Vemos marido, ex-maridos y novios puntuales. Se nos presentan hombres torpes e imperfectos, como los novios de Ginger, quienes, en el fondo, muestran mucho más amor por Ginger que el perfecto marido que tenía su hermana, un Alec Baldwin algo fuerte y encasillado quizá en ese tipo de papeles. La trama posee continuos cambios espacio-temporales. Hay constantes flashbacks, momentos de pura comedia y otros que derivan hacia lo trágico con mayúsculas.
En resumen, una gran película que debería servirle a la Blanchet para hacerse con la estatuilla dorada. Está atarctiva y desgarrada a la vez, su rostro nos pide atención, nos reclama de continuo. No cae en el histrionismo. Y qué decir del director, pues que esperemos que siga por esta senda que acaba de tomar, que siga haciendo cine para que los demás podamos seguir polemizando acerca de si su cine es una obra de arte o una vulgar estafa, como han reseñado algunos críticos que supongo infelices y enfermos.

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