lunes, 30 de septiembre de 2013

NIÑOS EN SU CUMPLEAÑOS, de Truman Capote

Como una casualidad, en una visita a la biblioteca, ha caído en nuestras manos un ejemplar chiquito, muy bien editado y que uno se lo lee de una sentada, aunque luego acuda a la relectura de cierto pasajes. Niños en su cumpleaños es un relato de Truman Capote, un relato largo, casi 64 páginas, donde se puede apreciar el buen hacer de uno de los grandes escritores norteamericanos del siglo XX. Lo editó Nórdica Libros en 2011, con traducción de Juan Villoro.
Es un relato sencillo, de pocos personajes y situado en un lugar y en una fecha muy precisos: Alabama, 1947. En él se cuenta la llegada de un extraño personaje, Miss Bobbit, junto a su madre a una tranquila aldea de Alabama, donde el tedio lo consume todo. Miss Bobbit es un revulsivo, el detonante por el que se echa a andar la historia. Es una niña sabihonda, hermosa y dominante, una suerte de pequeña Baby Jane que consigue enloquecer a los dos muchachos más fuertes del pueblo: Preacher Star y Billy Bob Murphy, ambos gamberros de tomo y lomo que se pasan el día con sus travesuras yendo y viniendo, matando pájaros o gastando pesadas bromas al resto de chicos.
La narración se adentra en estas pequeñas vidas, en sucesos poco relevantes, pero bajo esta simple apariencia, subyace toda una descripción de lo que es el amor, de lo que supone un enamoramiento para adolescentes como Billy Bob y Preacher, de lo difícil que es mantener una amistad cuando uno se pelea por la misma chica.
Poco más podemos contar del argumento; sería destripar en exceso una historia cuyos pasajes, casi escenas cinematográficas, se van ensartando con precisión relojera. Capote es un genio y como tal se nos muestra en estas líneas cargadas de literatura sin ambages. Y todo ello con una traducción muy acertada y con las siempre hermosas ediciones que Nórdica nos regala con cada libro que edita.
 

domingo, 29 de septiembre de 2013

THE BLING RING, de Sofia Coppola

Es difícil hablar de esta película sin caer en la tentación de pensar qué nos quería contar su directora, qué pretendía al narrar un mundo desconocido y moderno, ese lujo chisporroteante que anida en las mansiones más horteras de L.A. 
Es difícil decir si la peli nos ha gustado o no, si ciertos destellos pueden mantener a flote esta narración reiterativa de un hecho real, el de unos jóvenes seducidos por el dinero, los zapatos y los coches de lujo, que se dedican a robar en mansiones de conocidas celebrities y, para colmo de males, enseñorearse de ello subiendo sus hazañas a la famosa red social de Marc Zuckerberg (el Facebook). 
La estética de Coppola camina más en dirección de su anterior film, Somewhere (2010) que de las anteriores (y para nosotros más interesantes) obras: Las vírgenes suicidas (1999) o Lost in Translation (2003), por ejemplo.
Aquí nos encontramos con un elenco de actores jóvenes, cuatro chicas y un chico que se pone zapatos de tacón en la intimidad. Caracteres que pasan por la vida con un aire de maldad, con unas forzadas formas de malote de barrio, a pesar de que vistan ropas de marca y sus mamás los adoctrinen en las más profundas virtudes que emana ese best-seller incomprensible llamado El secreto, de una tal Rhonda Byrne.
Quizá estemos ante una crítica de un modelo de sociedad típico de ciertas zonas elitistas de Estados Unidos, de esos barrios que en los ochenta eran el sueño de toda persona: tener una gran casa, enormes coches, un jardín, un perro y una familia con una bella mujer que cocine pasteles y sea adalid en el recibimiento de nuevos vecinos, rollo Mujeres desesperadas. Pero esa sociedad idílica se ha ido transformando y esos hijos de elites profesionales que viajan a menudo por el país, se encuentran con una libertad asfixiante, con dinero, coches y una cosa llamada Internet en donde se pueden hacer fechorías y publicarlas para que los demás vean lo malo que puede llegar a ser uno. Esta generación, quizá más ni-ni que la española, ha dado lugar a varias películas en las que el espectador se pregunta cuánto hay de real en todo esto.
Pues aquí no vamos a encontrar una respuesta convincente. La película se basa en hechos reales y nos permite adentrarnos en las casas de los famosillos más casposos de Beverly Hills y barrios similares. La insoportable levedad del ser en forma de Paris Hilton o Lindsay Lohan, sus mansiones llenas de imágenes propias como un narcisismo necesario para llenar un ego vacío. Las escenas de robo se repiten y hemos de confesar que muchas veces se siente un cierto vértigo al pensar que los van a pillar, que en cualquier momento los van a coger in fraganti pero monísimos de la muerte con sus gafas de marca estilo folclórica española y con unos largos tacones, sueño de todo fetichista. Pronto se da uno cuenta de que esto es imposible, ya que los robos los cometen a cara descubierta y dejando millones de huellas y rastros de adn por todos los rincones. No busquen excesiva verosimilitud, es imposible.

Destaca, como casi siempre, Emma Watson. Esa chica tiene algo, tiene una mirada que cautiva, una picardía que nos pega a la pantalla y que da valor siempre a las películas en las que aparece. La niña de Harry Potter ha quedado definitivamente atrás y puede que la veamos en muchas apariciones de aquí en adelante (estaba de diez en Las ventajas de ser un marginado). El único peligro es que lo suceda lo mismo que a la intrigante Mena Suvari de American Beauty, que se repita en esos papeles de jovencita inocente que rezuma erotismo por sus cuatro costados, sobre todo para los hombres casados y maduros. Veremos sus siguientes papeles, en esto del cine nunca se sabe.
En resumen, una película corta de duración, apenas hora y media, que no dice mucho, que deja muy poco poso. Podía pasar por una "tvmovie" decente, entretenida para una tarde de sábado, pero poco más. Atrás queda la Sofia Coppola de Lost in Translation. Esperamos que vuelva pronto.

jueves, 19 de septiembre de 2013

DOS ALMAS EN VILO





"Es el aquí. Es el ahora. Las bellezas por venir deberán ser nuevas. La invité a ver el renacimiento de un cristal: frío y plano como una pastilla. Fibras brillantes parpadeando en matrices estéticas bajo un floreciente amanecer de sodio. Lo que nos conmueve y por tanto nos guía es lo que está vigente."
(David Foster Wallace, La niña del pelo raro)


 
 



"Claro que la cultura a veces es la locura, o comprende la locura. Tal vez fue el desamor el que me impulsó a viajar. Tal vez fue un amor excesivo y desbordante. Tal vez fue la locura."
(Roberto Bolaño, Amuleto) 


 


Si hay dos escritores que han conquistado al gran público en los últimos años, estos son Roberto Bolaño y David Foster Wallace. Si miráis la wikipedia -templo del saber incuestionable- ambos ya están muertos, pero nos quedan sus almas en vilo, las páginas que escribieron (y las que no) flotando sobre las cabezas de los editores, agentes literarios y familiares directos. 
Nos quedan sus viudas, como eternas plañideras que guardan bajo llave todos los secretos, cientos o miles de cuartillas emborronadas con una letra minúscula, renglones torcidos que van hacia el caos de quien quiere contar historias o la misma historia indefinidamente. 
La historia, al igual que la broma de Foster Wallace, es infinita. Roberto Bolaño podría haber estado contándonos las atrocidades de Tijuana durante años y más y más páginas de 2666 se habrían ido añadiendo a ese libro eterno que baila en la cabeza del lector, se abre y cierra como un acordeón. 
Los mártires de la santa iglesia católica llevan ahora gafas y sus rostros aparecen tatuados en la espalda desnuda de las jóvenes, o cerca de su pecho, junto al corazón que late muy deprisa cuando leen la historia febril de Arturo Belano y de Ulises Lima, esos detectives del hambre que recorren México y la España mediterránea apurando poemas y el frío de las pensiones.
Los nuevos hérores son de pluma arcaica y escriben toda una noche, arriesgan su salud mental y física, se hacen adictos a la droga del insomnio, del hambre y la libreta de ahorros vacía. Como esos viejos toreros -más cornadas da el hambre- se encierran en un cuarto de blancas paredes, con un flexo y cigarrillos, con el estupor de quien debe donar sus inquietudes a alguien, aunque sean las personas más tímidas del universo y quieran salir siempre en las fotos con el mismo rostro, esa gestualidad fantasmagórica, esa huida constante en la mirada.

viernes, 13 de septiembre de 2013

FRANCOTIRADORES DEL CINE, Un curso recomendadísimo

El crítico y profesor @ocanajavier
Hace el profesor y crítico Javier Ocaña una advertencia en su Twitter:

"Si te gustan los cineastas atrevidos, este es tu curso."

Pues no se diga más, si te gusta el cine, todo el cine o parte del cine, ese cine arriesgado que a veces llamamos independiente, este es tu lugar. El profe Ocaña nos pide que hagamos proselitismo y aquí lo haremos. ¿Por qué? Pues porque Javier es un gran profesor, sabe mucho y sabe transmitirlo bien; tiene pasión y nos hace apasionarnos por las cosas que cuenta.

El curso se imparte en la Universidad de Valladolid, en la Facultad de Filosofía y Letras, donde os aseguro que estaréis muy cómodos, porque hay buena gente y tiene una cafetería que no debéis dejar de visitar. Los nombres sobre los que se va a hablar en este curso no necesitan presentación, aunque haya directores de los que sólo sabemos oídas o nunca nos hemos atrevido a ver una de sus obras. Este es el programa:

 
¿Que aún dudáis sobre si apuntaros o no? Allá vosotros, pero luego no vengáis a decirnos que contemos en este blog lo que dice Ocaña sobre Haneke o Malick, porque a lo mejor no lo hacemos. 
En el recientemente terminado curso de cine de la Cátedra de Cinematografía de la UVA, nos sorprendió con una idea que ya nos habíamos planteado en este dueto que suscribe (la parte masculina, para ser más extactos), pero en vez de con el cine, en el campo de la narrativa: Javier Ocaña abordó el arranque de las películas. Inicios puramente visuales, inicios con una parte visual y una descriptiva, o arranques puramente descriptivos con una voz en off que nos pone en escena todo lo que ha sucedido o va a suceder. Y, de paso, nos enseñó a mirar, a ver, a analizar detalles que se nos habían pasado por alto.

Si queréis más información de tipo práctico sobre el curso, os pongo los enlaces:
  • Página oficial de la UVA

  • Díptico en pdf
 

lunes, 2 de septiembre de 2013

Las lecciones de cine de MAX OPHULS

Seguimos dando cuenta del magnífico curso de cine que ha ofrecido durante todo el mes de agosto la Cátedra de Cine de la Universidad de Valladolid. La última semana nos brindaron una gran retrospectiva sobre Max Ophuls, director de origen judío nacido en Alemania, cuya breve vida (murió a los 54 años) es un catálogo de huídas, de exilios personales y de magníficas películas que nos han sorprendido gratamente. 
El melodrama ophulsiano es un tipo de cine que parece haber sobrevivido muy bien al paso del tiempo. De hecho, los movimientos de cámara, la eternidad de algunos planos y el gran manejo del espacio en esos planos hacen de sus películas todo un momento de disfrute. Curioso es que, siendo muchas de sus obras adaptaciones de novelas de carácter folletinesco que hoy en día no leeríamos ni aunque nos obligaran, consiguen engancharnos y meternos en ese mundo de bailes románticos, amores, traiciones y duelos, tan propios del siglo XIX.

 La retrospectiva arrancó con Carta de una desconocida (1948), grabada en Estados Unidos y con una Joan Fontaine de mirada limpia haciendo el papel de la protagonista, nos cuenta la historia de un breve amor, el amor de una joven por un músico cuyo guión resulta ser una adaptación de la novela homónima de Stefan Zweig. Es la historia del enamoriamiento y del olvido de uno de los enamorados. Esta es quizá una película de carácter más tradicional, pero ya se apuntan algunas de las obsesiones principales de Max Ophuls.

Al día siguiente le llegó el turno a El placer (1952). Basada en tres cuentos de Guy de Maupassant, nos narra tres historias diferentes donde se aborda el placer desde tres puntos de vista: la de un bailarín enmascarado que no puede dejar de bailar porque le va la vida en ello; la segunda es la del prostíbulo de Madame Teiller, lugar donde se juntan todas las fuerzas vivas de la ciudad; por último, nos narra la vida de un pintor y su modelo/amante, cuya relación tiene un inesperado final. Hemos de decir que El placer nos gustó mucho, sobre todo el segundo relato, en el que vemos a un Ophuls moviendo la cámara por la casa de citas, subiendo desde el exterior por los pisos en unos planos muy sugerentes donde los espectadores pueden sentirse casi dentro de la escena.

El miércoles pudimos visionar Madame de... (1953), otro melodrama que cuenta la historia de una mujer y unos pendientes de diamante que dan mucho juego. Hay un trío actoral maravilloso: Danielle Darrieux, Charles Boyer y Vittorio de Sica, unos planos larguísimos del baile, donde la cámara se mueve al mismo ritmo que los bailarines y que consiguen meternos en los salones de baile de la época. La química entre Darrieux y de Sica es perfecta, sus miradas cómplices nos hacen partícipes de un amor que se ve abocado a un terrible fin. Película muy bien hecha y una historia con momentos hilarantes, como la escena en la que el hijo del joyero chivato es requerido repetidas veces por su padre mientras sube y baja una escalera de caracol.

Y ya el jueves, para terminar el ciclo, se proyectó la última película rodada en vida por Ophuls, Lola Montes (1955), única en color y cinemascope, un color vivo que sirve para meternos aún más en el ambiente circense con el que se abre la película. Narra la historia de Lola Montes, una actriz de circo que resulta haber sido amante de personajes tan importantes como Franz Liszt o Luis II de Baviera y cuya historia se cuenta en escenas que surgen como narración circense del presentador, como si fuera una bestia a la que contemplar e incluso poder tocar por un dólar. Una mujer que pasa de ser una femme fatale para grandes hombres a una figura triste, enferma, que sobrevive a duras penas en una compañía de circo. A Lola Montes se la presenta como "un monstruo sediento de sangre con los ojos de un ángel". Volvemos a ver los hábiles movimientos de cámara, los planos largos que nos amplían el espacio sin que nos demos cuenta, como en el palacio que Luis II le pone a Lola Montes para que vivan su amor oculto, lleno de largas escaleras por donde vemos subir y bajar a los personajes sin cambiar de plano. Una obra sorprendente, que raya la maestría que se había ido forjando Ophuls en su hacer como director y que nos plantea una duda acerca de lo que este director alemán hubiera sido capaz de conseguir si la muerte no hubiera truncado sus proyectos.
En resumen, una gran semana descubriendo a un director que vale la pena revisitar y cuyas películas son una inversión segura para el buen cinéfilo.