martes, 13 de agosto de 2013

SEMANA TERRENCE MALICK (y 2)



Continuamos con la entrada que habíamos dedicado el otro día al ciclo de películas de Terrence Malick (ver aquí). Dentro del ciclo proyectado en la Universidad de Valladolid quedaba una película por exhibir, Días del cielo (1978), que se pudo disfrutar en un espacio abierto y muy diferente al aula donde se ven el resto de películas: el castillo de Portillo. En este pueblo de la provincia vallisoletana, situado en lo alto del páramo, pudimos asistir a la proyección doblada de la segunda película en el haber de Malick, un drama de tipo rural que nos lleva a una Norteamérica profunda en la que aún se contratan braceros para trabajar el campo. Una historia muy bien construida, bastante breve para lo que luego nos ha demostrado Malick en sus siguientes filmes y que cuenta con la presencia de un Richard Gere joven, en todo su esplendor. Interesante el contraste entre esta película y la que habíamos degustado el día anterior, El árbol de la vida. Estamos entre el origen de una filmografía y el culmen. Un origen que fue muy bien acogido, sobre todo por el poder que demostró la fotografía de Néstor Almendros, lo que le valió un Oscar muy merecido.
Para terminar con este ciclo, el domingo tuvimos sesión privada de la hasta ahora última película de Terrence Malick: To the wonder (2012). Estamos ante un producto difícil de catalogar, una historia sin historia, una narración compleja que nos crea muchas dudas durante el visionado y que nos va a obligar a ver de nuevo la película, ya que acabamos con muchas interrogaciones rondándonos la cabeza. 
No somos partidarios de esos juicios tan tremendos que a veces se entrecomillan en las webs de cine: "Una tomadura de pelo", "Cine o bodrio" y cosas así, desagradables para quien ha puesto toda su fe y esfuerzo en un proyecto.
Lo primero que sí podemos notar es que estamos ante un Malick repetido. Hay escenas que ya vimos en El árbol de la vida, gestos, actitudes, silencios. Las casas y el barrio donde transcurre la historia se semejan demasiado. El director parece querer insistir en sus obsesiones; quizá se deba a la cercanía temporal entre ambas, ya que Malick había sido hasta el momento un director lento, de los que pasan hasta un lustro entre película y película.
La historia ya hemos dicho que queda muy abierta. Nos dibuja la relación de un enigmático y silente Ben Affleck con una mujer a la que ha conocido en Francia y que parece ser el amor de su vida. Olga Kurylenko no acaba de poseer una belleza arrebatadora, tiene una mirada inquietante y en ocasiones se nos antoja pensar que la elección de esta actriz no es la más adecuada. Luego aparece la historia de Affleck con Rachel McAdams, una historia tan efímera que no podemos siquiera juzgarla. Por debajo de todo ello se nos presenta la voz de un personaje que se esconde y reaparece como el Guadiana; es el personaje de Javier Bardem, un cura que empieza a tener dudas de su fe mientras visita a las personas con problemas que residen en los barrios bajos de los Estados Unidos.
La peli es un canto al amor, una búsqueda de la respuesta a aquella interrogativa eterna en la historia de la humanidad sobre el significado y el contenido del amor. Para Malick está claro que el amor son dos reducidos a uno. Era una fórmula que ya nos había apuntado en El nuevo mundo y que vuelve a retomar aquí. La narración es cada vez menos lineal, más lírica, se repiten las escenas de los árboles, de los pájaros en vuelo. La música vuelve a tener su protagonista a lo largo de la película y nos va marcando el tempo narrativo.
¿Buena, regular o mala? No encontramos una respuesta que nos convenza. Evidentemente no llega al nivel genial de El árbol de la vida, pero creemos que no va a defraudar demasiado a los adictos al cine de Malick, aunque también comprenderíamos aquellos que tras visionarla se sientan algo decepcionados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario