domingo, 29 de septiembre de 2013

THE BLING RING, de Sofia Coppola

Es difícil hablar de esta película sin caer en la tentación de pensar qué nos quería contar su directora, qué pretendía al narrar un mundo desconocido y moderno, ese lujo chisporroteante que anida en las mansiones más horteras de L.A. 
Es difícil decir si la peli nos ha gustado o no, si ciertos destellos pueden mantener a flote esta narración reiterativa de un hecho real, el de unos jóvenes seducidos por el dinero, los zapatos y los coches de lujo, que se dedican a robar en mansiones de conocidas celebrities y, para colmo de males, enseñorearse de ello subiendo sus hazañas a la famosa red social de Marc Zuckerberg (el Facebook). 
La estética de Coppola camina más en dirección de su anterior film, Somewhere (2010) que de las anteriores (y para nosotros más interesantes) obras: Las vírgenes suicidas (1999) o Lost in Translation (2003), por ejemplo.
Aquí nos encontramos con un elenco de actores jóvenes, cuatro chicas y un chico que se pone zapatos de tacón en la intimidad. Caracteres que pasan por la vida con un aire de maldad, con unas forzadas formas de malote de barrio, a pesar de que vistan ropas de marca y sus mamás los adoctrinen en las más profundas virtudes que emana ese best-seller incomprensible llamado El secreto, de una tal Rhonda Byrne.
Quizá estemos ante una crítica de un modelo de sociedad típico de ciertas zonas elitistas de Estados Unidos, de esos barrios que en los ochenta eran el sueño de toda persona: tener una gran casa, enormes coches, un jardín, un perro y una familia con una bella mujer que cocine pasteles y sea adalid en el recibimiento de nuevos vecinos, rollo Mujeres desesperadas. Pero esa sociedad idílica se ha ido transformando y esos hijos de elites profesionales que viajan a menudo por el país, se encuentran con una libertad asfixiante, con dinero, coches y una cosa llamada Internet en donde se pueden hacer fechorías y publicarlas para que los demás vean lo malo que puede llegar a ser uno. Esta generación, quizá más ni-ni que la española, ha dado lugar a varias películas en las que el espectador se pregunta cuánto hay de real en todo esto.
Pues aquí no vamos a encontrar una respuesta convincente. La película se basa en hechos reales y nos permite adentrarnos en las casas de los famosillos más casposos de Beverly Hills y barrios similares. La insoportable levedad del ser en forma de Paris Hilton o Lindsay Lohan, sus mansiones llenas de imágenes propias como un narcisismo necesario para llenar un ego vacío. Las escenas de robo se repiten y hemos de confesar que muchas veces se siente un cierto vértigo al pensar que los van a pillar, que en cualquier momento los van a coger in fraganti pero monísimos de la muerte con sus gafas de marca estilo folclórica española y con unos largos tacones, sueño de todo fetichista. Pronto se da uno cuenta de que esto es imposible, ya que los robos los cometen a cara descubierta y dejando millones de huellas y rastros de adn por todos los rincones. No busquen excesiva verosimilitud, es imposible.

Destaca, como casi siempre, Emma Watson. Esa chica tiene algo, tiene una mirada que cautiva, una picardía que nos pega a la pantalla y que da valor siempre a las películas en las que aparece. La niña de Harry Potter ha quedado definitivamente atrás y puede que la veamos en muchas apariciones de aquí en adelante (estaba de diez en Las ventajas de ser un marginado). El único peligro es que lo suceda lo mismo que a la intrigante Mena Suvari de American Beauty, que se repita en esos papeles de jovencita inocente que rezuma erotismo por sus cuatro costados, sobre todo para los hombres casados y maduros. Veremos sus siguientes papeles, en esto del cine nunca se sabe.
En resumen, una película corta de duración, apenas hora y media, que no dice mucho, que deja muy poco poso. Podía pasar por una "tvmovie" decente, entretenida para una tarde de sábado, pero poco más. Atrás queda la Sofia Coppola de Lost in Translation. Esperamos que vuelva pronto.

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